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martes, 21 de junio de 2011

Cuando sientía que ya nada podía volver a ser como antes, apareció él, se acercó bailando en la tarima del centro de la discoteca, con su sonrisa, sus ojos, su mirada… esa mirada que en un simple segundo te llena.
Se pegó a mi, su jodido olor me llegó de nuevo y fue capaz casi de derretirme.
Al final él acabó venciendo, soy débil, y reí. Una risa tímida, cohibida, modesta… pero soñadora. Sueño que juntos llegaremos a cualquier sitio, superaremos cualquier obstáculo que se nos ponga por delante, por muy grande que sea.
El tiempo pasó rápido, pero las agujas del reloj eran capaces de marcar la hora exacta de cada beso, cada suspiro, cada mirada fija; una lucha intensa de quien aguanta más.
Y cuando me marché medio el último beso, ese beso de despedida que hace que desees más quedarte a su lado; y sientes como te sigue con la mirada hasta que tu imagen se desvanece a lo lejos. Y es ahí cuando me di cuenta, de que por mucho que a veces diga que ya no quiero más y que paso de él, quiero que él sea el que esté a mi lado...

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