Mi
lista de placeres ha crecido considerablemente en los últimos meses. Hace ya
más de dos años que me había decidido a enumerar todas las cosas que me hacen
emitir una sonrisa. Al principio no había más de veinte cosas apuntadas en ella
pero cuando quise darme cuenta a la libreta dorada sólo le quedaban un par de
hojas en blanco.
Todas
las noches antes de acostarme paso una media hora delante del cuaderno haciendo balance de los placeres que he experimentado en el día, si el placer
ya lo he sentido antes añado un palito al lado de este, si por el contrario el
pacer era nuevo lo añadía a la lista.
A
cada placer le asigno un grado del 1 al 10 según lo intenso que es. Los
placeres con el grado 10 son aquellos que me alegran, que me hacen sentir bien,
los pequeños placeres de la vida como comer un helado de chocolate en una tarde
de verano, o sentir el frescor de la almohada al darle la vuelta. A partir del
grado 7 los placeres van siendo más fuertes, un grado 6 consiguen ponerme el
bello de punta de la emoción, la sensación de adrenalina provocada en una
montaña rusa o dar vueltas debajo de una tormenta está dentro de esta
categoría.
Los
placeres por debajo del grado 5 ya son grandes placeres. Los desayunos en la
orilla de la playa, las acampadas en el campo, las películas de miedo en las
tardes de invierno, las noches de barbacoa, los viajes en barco y todo ello con
buena compañía.
Los
placeres del grado 3 y 2 son lo que se recuerdan, los que hacen el día
especial, lo que te provocan ganas de gritar, saltar y expresar alegría,
también son los menos frecuentes y por consiguiente los que menos palitos
tienen en mi lista; el momento en el que te das cuenta de que puedes contar con
ciertas personas para siempre, volver a ver a la gente que más te importa
después de mucho tiempo, aquellos abrazos que se necesitas más que el propio
aire, desahogarse, llorar y ser consolado por quien mejor te pueda consolar en
ese momento, las locuras más dulces, la familia, el amor, la amistad. Se puede
decir que todos estos entran en la jerarquía 3 y 2.
Y
por último están los placeres del grado 1, estos son tan intensos que nunca se
llega a saber si se han experimentado. Son la propia felicidad, los
indescriptibles, aquellos que según yo son tan difíciles de conseguir como
llegar a ser una hélice. De momento solo hay dos en mi lista, y uno de ellos
está entre paréntesis.