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miércoles, 20 de junio de 2012


¿Sabes? Hace un par de semanas en la esquina izquierda de mi sentido común, al lado de mi subconsciente sentía una especie de picor. Como si algo quisiera que le prestara atención. Una noche le pregunté a la almohada. Esta decía que era culpa de la Luna por recordarme a ti. Así que traté de escalar con la ayuda de las cortinas a la red donde una vez encarcelaron a las estrellas. Resbalé por el camino. Me agarré a las nubes donde me quedé atrapada. El amanecer llegó y me dejé caer. No había modo de encontrar a la Luna con el Sol alumbrando la bóveda.
Y así pasaron las noches, sin poder alcanzar la Luna hasta la noche en que vino a mis sueños y me preguntó:

«¿Qué te pasa pequeña?
¿Por qué me lloras?»

Entonces desvanece. Y vuelvo a caer en sueños. Eres tú. Esos ojos de la Luna no son. Esa piel tan oscura de la Luna no es. Esa nariz enorme la Luna no la tiene.

«Porque no vuelves…»

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